Voy a clavarme las uñas en el cuello, cerca de la yugular. Clavar y sesgar uno a uno los grandes vasos cervicales, para morir.
O voy a sacarme los ojos con una cuchara para servir helados, y al principio hará vacío en mis cuencas oculares, pero tras un "pop" dejaré de ver las sandeces y las muestras de cinismo que la carrera me condena a ver.
Y así, suspendiendo cuando saco un 7 y aprobando raspada con 5,5 o 6,5 si ha habido suerte, me licenciaré.
Me pondré un vestido precioso, y unos zapatos nuevos, y alguno de mis profesores (no podrá ser mi padre o mi madre, por sangresucia) me impondrá la medicina por título, que tanto trabajo me está costando conseguir.
Y luego estudiaré el MIR, y seguiré trabajando. Y será ahí cuando por fin todos seamos iguales. Y tengamos las notas que merezcamos según nuestro esfuerzo y capacidades. Y lo que haya aprendido saldrá de mí, de mí misma, no de mi BlackBerry o mi Smartphone, ni de las arducias para distraer a nuestros catedráticos y así copiar, o chivarse los exámenes unos a otros. Falta de madurez y de respeto. Cínicos porque están orgullosos de sus métodos deshonrosos.
Pero ahí estaremos, el mismo día de febrero, y si existe Dios y tengo que rezar, rezaré porque por un día, aunque sólo sea uno, a todos se nos mida con el mismo rasero.