jueves, 12 de diciembre de 2013

Frena

Hay veces en la vida del estudiante en las que uno no tiene tiempo de detenerse, porque si se para, se cae por su propia inercia. Y cuando eso ocurre, todas los picos y micos insignificantes que no tienen ninguna importancia parecen una artimaña del gobierno enemigo para hacerte la vida imposible y que acabes cortándote las venas. O dejándotelas largas, según se mire.

Una se levanta, se ducha, desayuna, se lava los dientes y se pinta, se enfunda en el abrigo y saca a Harrison, que vive en su mundo de colonias de perros olor a Chuches, ajeno a tu agenda infernal. Subes corriendo porque pierdes el bus, y pones en práctica toda la mañana "La cuadratura de círculo", que no es más que una forma bonita de decir: 
-Voy a sangrar por codos y ojos hasta que repase toda la Reumatología sentada 5 horas seguidas. (Supongamos que mi trasero es redondo y no saco de huesos).

Los momentos en los que no pienso en medicina pienso en lo jodido que es estudiar medicina, y lo alterno con la satisfacción que me da ver mis cuadros resúmenes, ordenados y limpios, escritos con Pilot y sumo cuidado de clasificar por colores, el verde para la Etiopatogenia y la Epidemiología, el naranja para la Clínica, el rosa para el Diagnóstico y el azul para el Tratamiento. Estoy orgullosa de mis cuadros. Y de la medicina. 

Por otro lado, la carrera te da regalos que no se te pueden escapar. Esta mañana recogí mi acreditación para el XXI Simposio Internacional sobre Avances en el Tratamiento de Tumores Digestivos. Congreso al que la Universidad de Córdoba ha tenido el gusto de invitarnos. Y, ahora que nadie nos oye, confieso que "mola un montón". Entrecomillo esta última expresión porque he de refinar mi vocabulario, y parecer una mujer adulta y competente ya que estaré rodeada de profesionales de todo el mundo. Oh Dios mío! ¡No sé qué ponerme! ;)
En mitad de esta semana infernal de clases a deshoras, congresos, labores domésticas, prácticas y exámenes, hoy cuando sacaba a Harrison por el parque he decelerado, hasta detenerme justo bajo un árbol. He mirado hacia arriba y he visto lo pequeña que soy y lo muy alto que ha llegado ese pino. Poco a poco.
Besos y abrazos desde un Manhattan invernal!

jueves, 5 de diciembre de 2013

El quinto molar no mola nada

El invierno me da una tregua para que me sobreponga del catarro. Aún así, qué frío, coño. El catarro le da una tregua a mi muela del juicio. Eso de estar con la boca abierta, cual pollo frito, para seguir respirando ayuda a que la encía se relaje y se le baje la inflamación. Muela, mocos, y montañas de apuntes, porque estudiar Reumatología por los guiones de clase no era suficiente... Eso es de cobardes. Yo tiro del carro y le sumo los manuales y los recursos de 3 academias Mir diferentes, que para eso están.

Harrison, mi pequeño del alma, ha hecho del suelo sus dominios, y calcetín que caiga, calcetín que firma su sentencia de muerte. ¿Perdona? Tiene la facultad que tiene mi hermano Miguel. Cuando les regañas, te hacen una tontería, y tú te ríes. Así que son inmunes a cualquier reprimenda que merezcan.


Es hora de ponerse en marcha, y seguir con la tarea. Pero, ¡eh! ¿Que me conocen por ir al lado de él? Ui! Qué choque fatal a mi amor propio. Me siento como un representante cualquiera de un famoso. ¡Y eso que yo soy más alta! (pero con cariño, cielo, con cariño). 
El anonimato tiene sus ventajas. Aunque me temo que debería empezar a llevar gafas de sol y hacerme la desentendida, a pasear con el móvil en la oreja, ¿a firmar autógrafos a la bajada del bus? Que me gusta a mí una exageración :)


El Bus tiene BonoBus nuevo, y me hace sentir muy urban, con un toque casual y algo cosmopolita.
Eso eleva mis concentraciones séricas de purpurina. Al señor Guerra, como buen cirrótico, le subía la bilirrubina, cuando le miras o no le miras. Yo he conseguido destilar la purpurina y la regalo en frascos pequeños, en forma de pin. (Un pin es un beso puro y casto). Y así nos vemos, todos felices y contentos en una mañana de invierno.

Por último, anotaciones indies:


1. Ve a mercadillos donde vendan cosas de segunda mano o hechas por ellos mismos.
2. Si no hay mercadillos cerca, haz esos adornos tú mismo. Pendientes, fundas de móvil, collares para tu perro. No importa, súbete a la ola de la crisis, y disfruta.
3. Lleva boinas y sombreros de colores. Y medias horteras, amarillas, rojas, estampadas...
4. Adopta un perro. Y no le pongas nombre de perro estilo: Bolita, Pelusa, Coco, etc. Bautízalo con un nombre que deje claro tu lado más friki, como Leónidas, Gollum, Butano, Severus o Harrison.
5. Escucha 180 grados en Radio3. Y hazlo mediante un aplicación de podcast, como Ivoox, ya que no tienes tiempo de escucharlo en directo, porque eres indie. Si tuvieras tiempo serías bohemio y soñador. Y ése no es tu caso.
6. Pide a alguien que te grabe un CD para llevarlo en el coche, con canciones de Vetusta Morla, Zahara, Supersubmarina, La Sonrisa de Julia y Love of Lesbian. Tú, como eres fan de las cosas pequeñitas, como cajitas, libretitas, coches chiquititos y aparcables en ciudad, microordenadores que te caben en el bolso, no dispones de disquetera, y tendrás que pedir el favor.
7. El café está sobrevalorado. Pásate a las infusiones, un poleo, un té al limón. Lo que prefieras, pero por favor, ¡¡por favor!! No lo lleves en vasos de Starbucks. ¡Eso es pecado mortal!


7. No hagas nada de lo anterior. O hazlo todo. ¿Y yo qué sé? ¿No eres indie?, pues a tu rollo chatín!


SONRÍE! Calentarse bajo el sol del invierno es maravilloso!