Aire limpio, calles vacías. Charcos. Amoxicilina. Pilot rojo y azul. Test. Agua. Largos domingos de mirar por la ventana. Hitchcock no ha muerto todavía.
domingo, 19 de enero de 2014
viernes, 17 de enero de 2014
Ain't no mountain high enough
¡Ya es VIERNES! Diréis, ¡Oh, qué maravilla! y yo, universitaria, diré:
Socorrooooooooo!
Ha sido una semana infernal, y la doy por concluida. Empecé el lunes con la Revisión de mi suspenso en Reumatología (he suspendido con un 7, ¿vale?, con 21/30). Increíble pero cierto. Es lo que tiene que los criterios de evaluación sean poner el aprobado haciendo la mediana (se asegura así el 50% de personas que eliminan materia, por si no recordáis las matemáticas) y poniendo como nota límite la media.
Pues si eres un mediocre como yo, y no te da para notas extraordinarias, pasas el mes de corrección acojonado, deseando que la gente que se presentó, no hubiera estudiado demasiado, pero Chica, tú y yo sabemos que eso no era posible. Se queda una mediana de 24 y una media de 22. Sobre un total de 30.
Tú, infeliz de la vida, te asomas con pavor a las listas de aprobados, te buscas, te buscas... piensas: "Desde el principio de nuevo, seguro que me he saltado". Sigues buscándote, buscándote... Y encuentras el fracaso. No estás en las listas chavalita.
Es aquí donde echas manos del amplio vocabulario español, y despotricas, insultas y blasfemas. Cuando acabas con el Castellano, empiezas en Inglés. En inglés americano. Y no te queda más consuelo que arrastrarte hasta la Revisión.
Odio las revisiones. Sólo he ido cuando realmente me pregunto por qué he suspendido. Quiero ver mi examen. Quiero ver la plantilla. Quiero que el profesor se haya equivocado, porque no contemplo error alguno por mi parte. Esas ocasiones son contadas. Muy pocas, la verdad. Pero en este caso, os aseguro que había estudiado hasta la saciedad y sorteando los obstáculos del camino. Que no eran pocos.
Es un momento crítico, en el que te encuentras con el resto de compañeros igual de frustrados que tú. Y al otro lado de la puerta, tu suspenso.
Vamos pasando, un alumno tarda más, otro no está ni dos minutos. Ruegas en tu fuero interno que no estén cabreando al profesor para recoger tú su enfado en tu turno. Esta vez no ha sido así.
Mi profesor es un hombre carismático, crea un ambiente de confianza únicamente con su lenguaje corporal. Es el líder de la manada. Yo lo miro embobada. Veo sus años de experiencia en la forma de dirigirse a mí. Deja bien claro que él está al mando y que "esto no son las rebajas". Pero eso no lo dice en ningún momento. Es mi mente la que habla. Quiero salir de aquí.
Llevo toda la semana enfadada porque "él me ha suspendido" y ahora lo miro y se me ha olvidado ese pequeño detalle. Ciertamente, sólo puedo admirar la maestría con la que se desenvuelve y todo el conocimiento que posee. Tengo que convertirme en alguien como él.
La plantilla está bien. Mi puntuación es de 21. Una pregunta. Una pregunta sólo y hubiera eliminado materia. Somos conscientes de lo injusto que es. Me hace preguntas de la especialidad. Las contesto correctamente (esto me asombra a mi misma, porque no he tocado un libro de Reumatología desde hace un mes). Pero en las últimas empiezo a fallar. No es posible que apruebe.
-Lo siento- me dice.
-Estaré preparada para la próxima vez, muchas gracias Doctor- me despido sonriendo y mantengo el contacto visual. Esto refuerza el contenido de mi frase. Le da veracidad al discurso. Yo lo sé. Él lo sabe. No he mentido. Y él me cree.
-Suerte.
Me ha dado una segunda oportunidad, la he desaprovechado, por poco. Me la he jugado a una pregunta, y he fallado. Me llevo una entrevista agradable, y la necesidad imperiosa de mejorar. Profesionales como él provocan esa sensación en nosotros, los estudiantes. Deseamos ser dignos de mantener una conversación médica con ellos. Hacerles una pregunta inteligente. Igual que con el resto de profesores que he conocido. Siempre he pensado que para enseñar hay que estar hecho de un material especial. Su trabajo es admirable. Va más allá de transmitirnos lo que saben. Motivan a su alumno. Nos dan las herramientas para labrarnos un camino, para abrir una ventana a una nueva área desconocida para nosotros. De su materia, y de la vida.
Así que toda la negatividad con la que he pasado la semana ha desaparecido por fin.
Queda nada para empezar de nuevo con los exámenes, no estoy totalmente preparada, pero lo estaré, en febrero o en junio, ojalá y no sea en septiembre :)
Ain't no mountain high enough
miércoles, 15 de enero de 2014
Mi perro tiene amigos
Tener a Harrison tiene sus curiosidades. Una de ellas, es que al salir al parque como cada día, te encuentras con otros perros, que juegan con el tuyo, y tú miras con cara de "Ois mi niño, mira, que ya ha hecho un amiguito", para levantar la cabeza, buscar al dueño del perro contrario, y darte cuenta de que tiene la misma expresión estúpida que tú. Un día los ves de lejos, y al poco tiempo, mientras vuestros "Pequeños del alma" corren como condenados uno detrás de otro, los adultos entabláis conversación.
Lo increíble de todo esto, es que en mi caso, ¡esos adultos no tienen nombre! Son los dueños de Pirata, Buba, Ari o Garra. Y por consiguiente, yo soy la chica de Harrison. Pasmoso, pero cierto. Adopté a Harrison con el propósito de que fuera El-único-macho-de-mi-vida hasta la Residencia ¡mínimo! Y me he convertido en "Su señora". Esperad, voy a recoger los trozos de dignidad que se me han caído al suelo...
Ya.
Mi enano paticorto de pelo basto de chucho marca-blanca tiene amigos. O eso me gusta pensar. Además reconoce frases cortas como "Vamos a la calle", "A comer" y "Coco".
Coco es el perro de nuestra amiga Pilar. Un Shih Tzu blanco y negro que suele venir a casa. Cual fue mi sorpresa, cuando al nombrarlo anoche, Harrison enloqueció buscando al can. Entonces, nosotras, incrédulas, hicimos la prueba definitiva:
Después de esto, Harry se fue a la puerta a esperar a su colega, hasta que se fió más de su olfato canino y se dio cuenta de que se la habíamos jugado.
Mi chiquito es mi compañero. No podía haber tenido más personalidad ni complementarse mejor conmigo. ¡Mi pequeño del alma con su piel de canela! -Soy una folclórica, sí, ¿algún problema?... Harrisoooooon! Ataca!
Lo increíble de todo esto, es que en mi caso, ¡esos adultos no tienen nombre! Son los dueños de Pirata, Buba, Ari o Garra. Y por consiguiente, yo soy la chica de Harrison. Pasmoso, pero cierto. Adopté a Harrison con el propósito de que fuera El-único-macho-de-mi-vida hasta la Residencia ¡mínimo! Y me he convertido en "Su señora". Esperad, voy a recoger los trozos de dignidad que se me han caído al suelo...
Ya.
Mi enano paticorto de pelo basto de chucho marca-blanca tiene amigos. O eso me gusta pensar. Además reconoce frases cortas como "Vamos a la calle", "A comer" y "Coco".
Coco es el perro de nuestra amiga Pilar. Un Shih Tzu blanco y negro que suele venir a casa. Cual fue mi sorpresa, cuando al nombrarlo anoche, Harrison enloqueció buscando al can. Entonces, nosotras, incrédulas, hicimos la prueba definitiva:
Después de esto, Harry se fue a la puerta a esperar a su colega, hasta que se fió más de su olfato canino y se dio cuenta de que se la habíamos jugado.
Mi chiquito es mi compañero. No podía haber tenido más personalidad ni complementarse mejor conmigo. ¡Mi pequeño del alma con su piel de canela! -Soy una folclórica, sí, ¿algún problema?... Harrisoooooon! Ataca!
domingo, 12 de enero de 2014
The Sunday Drivers
Me quedan 5 minutos de reloj para acabar el domingo. Escribo la entrada a toda prisa, porque nos ha pasado una genialidad. ¡¡Hoy los Sunday Drivers somos nosotros!!
Y este es nuestro coche de carreras, conducido por un chavalito de cartón con el corazón de cera. Se nos derrite con sólo mirarlo.
Y este es nuestro coche de carreras, conducido por un chavalito de cartón con el corazón de cera. Se nos derrite con sólo mirarlo.
sábado, 11 de enero de 2014
jueves, 9 de enero de 2014
miércoles, 8 de enero de 2014
Botellín de cerveza
Entraste en el bar, en la previa de Nochevieja. Yo ya
llevaba una cerveza en la mano, y tú parecías el mismo de siempre. Sólo lo
parecías.
La gente te abraza, te saludan, te quieren y te desean Feliz
Navidad. Puedo leer sus labios y expresiones y mis espías lo confirman también.
Insisten en saber cuándo vas a volver, hasta cuándo te quedas, cuántos kilos de
macarrones y spaguettis traes en la maleta, qué tal es la vida en Italia. Me da
por pensar que quieren protegerte de mi presunto halo de maldad pelirrojo de
tinte. Uno de ellos me llamó fulana. Y no lo soy. Pero para ti sí me he
convertido en “mengana”. Soy cualquiera entre el barullo del bar. Simplemente
no existo. Y por ende, yo te ignoro. Es más fácil, pero no es lo correcto. En
un universo paralelo en el que las gominolas y los zapatos son gratis, yo me
atrevo a girarme hacia la puerta, y entonces, debido a que somos de los más
altos de la estancia, tu mirada y la mía se cruzarían, nos saludaríamos desde la
distancia sin resquicio de rencor. Nos saludaríamos de corazón. Yo te dedicaría
mi mejor sonrisa y quizás eso te conmoviera y me perdonaras. Y ya está. Simple.
Esto está escrito en un desiderativo tiempo condicional.
Puesto que aún no ha pasado, y dudo que se haga realidad. Los días suceden a
los meses y a los años y sigo sin tener el valor suficiente para dirigirte la
palabra. Un saludo siquiera. Conforme una crece, pasan dos cosas: en primer lugar,
los pubs del pueblo se llenan de los niños que recuerdo haber visto en Primaria,
corriendo por el patio del colegio mientras nosotros los observábamos con
nuestra paternalista expresión de autosuficiente Enseñanza Secundaria Obligatoria,
y segundo, una empieza a echarse experiencias a la espalda y no le queda más
remedio que pararse y analizarlas. Empiezo a hacer balance de mis aciertos y
errores. Mi mirada crítica particular.
He tomado conciencia de mis grandes defectos, de los que he
tenido el valor de encontrar frente al espejo. Admito ser una persona soberbia.
Soviética, que dice mi madre. Admito lo engreída que puedo resultar. Irritante,
ambiciosa, condescendiente y orgullosa. Admito que en ocasiones puedo hacer que
alguien se sienta como la mosca en la leche. Admito lo mucho que lo odio, pero
admito que mi ego se resiste a poner medidas contra esa capa venenosa que cubre
mi piel. Mi actitud intimidatoria y la necesidad de atención que requiero. Femme
fatale. ¿Ves? Siempre acabo hablando de mí. Hay días en los que harto de mí, en
serio. Haría como Peter Pan y me desprendería de mi sombra. Serían unos momentos
de paz. Nunca te quejaste de eso, de lo mucho que me quiero, y nunca entenderé
por qué.
Sin embargo, pese a lo tóxica que pueda resultar, algo de
bueno creo poseer. Algo que se libró de ser ungido en el pecado original e
intento potenciar. Ojalá y algún día pueda decirte Adiós desde lejos y no
sienta que va a molestarte. Pero nunca lo sabré.
En retrospectiva, hace tiempo conseguí que al mirar atrás,
al pensar en que un día hubo un “nosotros”,
los primeros recuerdos que veo son los que nos unieron. Los buenos. Son muchos
y estoy orgullosa de ellos. Lo que nos separó ha hecho de los dos algo grande,
cada uno en su camino. Así que a día de hoy el balance es positivo. La vida nos trata muy bien y nos ha dado a gente que verdaderamente nos comprende. Salimos
ganando. El Domingo astromántico nos llevó a lo que somos, y podemos alzar la
cabeza bien alto, reir y brindar con cerveza por ello. A tanto no llegamos, lo
sé, pero ese toque cómico e idílico se me permite en el blog ;)
Manhattan se llena de tráfico y personas corriendo despavoridas al trabajo y a las rebajas. Y yo los observo tranquilamente mientras leo los primeros capítulos de un libro que me llena de satisfacciones, alegrías y amor. Un libro encuadernado en una preciosa piel azul irisada. Lo saboreo. Es magnifico.
Además, ha llegado la vuelta al cole y estamos minados de exámenes. Exámenes everywhere! ¡Suerte!
Besos y abrazos!
Abuelos supremos
Abuelas que van por la mañana juntas a "hacer los mandaos" y se cuentan lo achacosas que están, consolándose una a la otra diciendo:
-A ver, si estamos aquí de paso.
sábado, 4 de enero de 2014
El dormilón
Enciendo el Magnetofón para amenizar esta noche de estudio fría y lluviosa. Me encuentro en el pisito de soltera, robando luz de la escalera porque los cables del techo están pelados, sin casquillo y sin bombilla. Porque soy una okupa. Era lo que me faltaba para terminar de ser Indie total. Hay una alfombra en el suelo para que Harrison se acueste cuando sube de visita. Las paredes están vacías, los dormitorios desiertos. No hay muebles en la cocina ni agua corriente. Por supuesto, no hay cortinas, y ahora, en la inmensidad de la boca del lobo, prefiero mantener las persianas bajadas. Es más íntimo. Hemos colgado un flexo triste para alumbrar mis apuntes de traumatología y psiquiatría, pero lo más importante de todo, es que me llega el wifi de casa (estoy en el piso de arriba), y atraviesa los gruesos y cansados muros de piedra de esta, mi casa. Y sumando un radiador potente, ten por seguro que no necesito más.
Le encuentro un punto bohemio y romántico, es como estar en el despacho del alquimista al que aún no le ha llegado el camión de la mudanza, con sus cajas repletas de frascos, probetas y matraces en busca de la fórmula de la vida eterna. En camino.
Iván Ferrreiro suena en modo OnLine gracias a Spotify. Me dibuja una tierna sonrisa al escucharlo cantar "El dormilón". Ahora he descubierto que también puedo resultar tierna, es muy curioso ya que siempre pensé en mi misma como en el beso del gato, áspero y lleno de alfileres. En defiitiva, saboreo la letra de esta canción y al cantarla, las paredes deslucidas me la devuelven afinada. No diré nada de ella porque prefiero que le des al Play un poquito más abajo y la disfrutes tanto como yo.
¡Besos y abrazos desde un Manhattan sonriente y feliz!
"Ella se abraza fuerte y dice:
Las noches con sus lunas y las lunas con sus huesos nos secuestren a los dos. Que las lluvias y los soles y las hojas en el suelo, nos encuentren a los dos. Que los años y el presente nos sorprendan a los dos."
Iván Ferreiro. "El dormilón". Val Miñor- Madrid: Historia y cronología del Mundo. 2013.
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