Tener cuarenta años el día que suban de
nuevo una aspirina tan grande al cielo. Hoy estaban los mares revueltos y
caprichosos, jugando a pillar en la Caleta. Preguntarse si los lobos aullarán
aún más alto.
Algún enamorado está bajando la luna a
los pies de su princesa, asomada en la ventana con este espejo alumbrada. Y que
le cante la tuna y las rancheras esta noche, que la oiga bailando los
cascabeles de Mecano, cantándole a la luna llena.
Escóndete tras ella, hoy que es imperiosa,
no te encontraré ni hoy ni nunca, preso del eclipse y de las sondas espaciales.
Que me dejas trastornada, con sed de
letras incapaces de salir, mientras que frustrada, compro zapatos, en un
intento absurdo de mantenerme ocupada, ahora que no puedo evadirme conduciendo.
Ya llegó la primavera, ya llegó. Otra más y una menos, hasta que cumpla 40 y
vuelvas a acercarte. No sé cómo seré ni desde donde te veré, pero alli te
esperará mi yo del futuro y te contará qué pasó, cómo y si logra adivinar, por qué.
Fin que pongo lamentando mientras tú y
yo nos miramos cara a cara. Ojos, nariz y boca. Sonrisa blanca en la sombra de
las nanas que cantan las madres a sus hijos alunados.
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